lunes, 23 de noviembre de 2009

LINGÜÍSTICA

El lenguaje en acción

La teoría de los actos de habla
De una tradición distinta a la de los autores que hemos visto hasta el momento se nutren los autores de la llamada teoría de los actos de habla (conocida también como filosofía del lenguaje común u ordinario en la filosofía y como pragmática filosófica en la lingüística), que ha influido enormemente en la teoría lingüística (ver aquí, por ejemplo, “Gramática del texto – Lingüística del texto” en Estado del arte). John Austin (1911-1960) y John Searle (n. en 1932), sus principales representantes, provienen ambos de la filosofía y sus motivaciones centrales sólo pueden reconstruirse si se leen con atención las disputas filosóficas sobre la naturaleza del lenguaje y, en particular, sobre el significado de las palabras, inauguradas por dos artículos fundantes: “Sobre sentido y referencia”, de Gottlob Frege (1898), y “Sobre el denotar”, de Bertrand Russell (1905). La discusión de Frege y Russell, que se centra en si la relación entre las palabras y las cosas es directa o si nuestros propios conceptos y/o el lenguaje interfieren en esa relación, está enmarcada en una polémica filosófica más general respecto de la naturaleza de la verdad y la posibilidad de acceder a ella. A partir de allí, se abre la cuestión de si la función central del lenguaje es efectivamente referir (i.e., establecer una relación entre las palabras y los objetos en el mundo) o si hay otros usos del lenguaje que son igualmente importantes.
Austin (en Palabras y cosas [How to do things with words], 1962) y Searle (en Actos de habla [Speech Acts], 1968), al igual que el “segundo” Wittgenstein (en Investigaciones filosóficas, de 1953) y otros autores, como Peter Strawson o Paul Grice, en lugar de interesarse excluyentemente por el modo en que el lenguaje puede transmitir o no la verdad en un discurso científico, estudiaron también el modo en que funciona el lenguaje en distintas situaciones cotidianas. Así, todos coinciden en proponer que referir y afirmar (i.e., realizar enunciados acerca de estados de las cosas en el mundo) no es la única (ni siquiera la principal) función del lenguaje. Entre otras muchas, pueden citarse la pregunta, el pedido, la orden, la amenaza, la promesa. Wittgenstein se refiere a esas acciones como juegos del lenguaje; más popular en lingüística es el término propuesto por Austin y Searle: actos de habla.
Austin y Searle proponen que, al decir algo, realizamos una serie de acciones que corresponden a varios niveles distintos. Por un lado, producimos ciertos sonidos que se amoldan al vocabulario y a la gramática de una lengua determinada y que tienen cierto significado. Austin sostuvo que esos fenómenos se agrupan en un único nivel (al que llamó acto locucionario), mientras que Searle los dividió en dos niveles distintos: un acto de emisión (de palabras o cualquier otra unidad lingüística) y un acto proposicional (que incluye referir a ciertas entidades en el mundo y predicar algo acerca de ellas). Por otro lado, observan Austin y Searle, con una emisión también llevamos a cabo acciones típicamente lingüísticas (pero no siempre), codificadas socialmente, como un pedido, una orden, una amenaza, una promesa, esto es, actos ilocucionarios o actos de habla. Típicamente, los actos ilocucionarios no dependen directamente de las palabras emitidas, cosa que es especialmente clara en los llamados actos de habla indirectos: una emisión como ¿No tenés hambre?, por ejemplo, puede interpretarse a menudo como un acto ilocucionario distinto (i.e., una sugerencia o una propuesta) del que se desprendería de su significado y forma lingüística literales (i.e., una pregunta). Por último, las emisiones también tienen actos o efectos perlocucionarios, esto es, provocan ciertas consecuencias en las acciones, pensamientos o creencias de los oyentes. El acto perlocucionario más esperable para ¿No tenés hambre?, por ejemplo, sería lograr que el destinatario informe simplemente si tiene hambre o no al emisor, pero pueden imaginarse muchos otros (conseguir que el destinatario prepare la comida o que establezca una conversación con el emisor, por ejemplo).
En ese contexto, no existen actos proposicionales “puros” de los que se pueda afirmar su verdad o falsedad en abstracto. Más bien, afirmar algo es uno más entre el conjunto de posibles actos ilocucionarios y, por lo tanto, puede tener efectos perlocucionarios variados. Al igual que los demás actos de habla, está sujeto a condiciones de fortuna o infortunio, afirma Austin: enunciar con verdad es un acto afortunado, análogo a aconsejar prudentemente o argumentar con fundamento. Es por eso que la verdad o falsedad de un enunciado no dependen solamente del significado de las palabras, sino del tipo de acto ilocucionario que se está realizando con él. Así, por ejemplo, un enunciado como Te estás convirtiendo en un chancho difícilmente pretenda tener valor de verdad literal (es decir, representar un cierto estado de cosas en el mundo), sino que realiza otro tipo de acto de habla (por ejemplo, hacer una advertencia o burlarse de alguien).
A partir de estos elementos, Austin y Searle intentan establecer una tipología de los actos de habla, a partir de la descomposición de los distintos elementos que intervienen en cada tipo de acto ilocucionario: su contenido proposicional, sus condiciones preparatorias, su condición de sinceridad y la regla esencial que lo rige, de acuerdo con la terminología de Searle. Así, por ejemplo, pedir o aconsejar tienen por contenido proposicional un acto futuro del oyente, pero se distinguen por el resto de las condiciones, particularmente por la regla esencial (al pedir, el hablante intenta simplemente que el oyente haga algo, mientras que al aconsejar asume que esa acción será beneficiosa para el oyente) y la condición de sinceridad consecuente (mientras que al pedir el hablante es sincero si desea que el oyente haga una acción, al aconsejar lo es si cree que esa acción lo beneficiará de algún modo).
Lecturas básicasAustin, John (1962), How to do things with words, Oxford, Oxford University Press. Editado en español como: Palabras y acciones, Buenos Aires, Paidós, 1971.Frege, Gottlob (1892), “Über Sinn und Bedeutung”, en Zeitschrift für philosophische Kritik 100. Editado en español como: “Sobre sentido y referencia”, en Valdés Villanueva, L. (comp.), La búsqueda del significado, Madrid, Tecnos, 1991. Russell, Bertrand (1905), “On denoting”, Mind, vol. 14. Editado en español como: “Sobre el denotar”, en Moro Simpson, Thomas (comp.), Semántica filosófica: problemas y discusiones, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.Searle, John (1968), Speech Acts, Cambridge, Cambridge University Press. Editado en español como: Actos de habla, Barcelona, Planeta, 1990.Wittgenstein, Ludwig (1953), Philosophical Investigations, Oxford, Blackwell. Editado en español como: Investigaciones filosóficas, Madrid, Tecnos, 1968.

Gramática del texto - Lingüística del texto
En el campo científico la denominación “gramática textual” se reserva para los estadios iniciales de los estudios sobre el texto (aproximadamente, las décadas del 60 y 70), centrados en la preocupación gramatical. A partir de fines de los años 70, la denominación se reformuló en el sintagma Lingüística del texto, que, por un lado, recoge la ampliación de la mirada sobre el objeto de estudio y, por el otro, es más dúctil para albergar los diversos intereses y perspectivas que reúnen a la disciplina en su vertiginosa evolución de los últimos treinta años. La orientación textualista de la gramática surgió con vigor en Europa central hacia fines de los años sesenta del último siglo, inicialmente en los países germano-parlantes y luego se extendió hacia otras naciones. La gramática textual de origen germano produjo el instrumentarium central –retomado y desarrollado con impronta particular por otros enfoques teóricos- que hoy circula como propiedad y rasgo distintivo de los estudios gramaticales sobre el texto (las nociones de cohesión, coherencia, macroestructruras, tipologías textuales, etc., ver estado del arte XXX). Los principales representantes de la gramática textual son Harald Weinrich, János Petöfi, Teun van Dijk, Sigfried Schmidt, entre otros.
La raíz epistemológica de la gramática textual es compleja: por un lado, gramáticos del estructuralismo europeo (entre ellos, seguidores de las ideas de la Escuela de Praga) y del generativismo; por el otro, lingüistas fuertemente influidos por la teoría de los actos de habla y los desarrollos de la pragmática. Además de las causas externas a la disciplina –el interés general de las ciencias por ampliar sus objetos de estudio, los desarrollos de la pragmática y la semántica, la traducción automática, las ciencias de la información-, el interés gramatical por los textos surge a raíz de problemas de investigación no resueltos en el ámbito de la gramática oracional: a fin de poder describir y explicar problemas como la anáfora, el artículo, la coordinación, morfemas verbales para la expresión del tiempo y el aspecto gramaticales, la elipsis, entre otros, gramáticos de procedencia estructuralista y generativista plantearon a inicios de los años sesenta el “postulado de ampliación”: la unidad de análisis de la lingüística debía extenderse de la oración al texto. Klaus Brinker, en su clásico libro Análisis lingüístico del texto (1988), sintetiza el desarrollo de la disciplina hasta los tardíos ochenta sobre la base de las distintas concepciones sobre el texto, motivadas en diversos intereses de investigación y en los sucesivos paradigmas dentro de la lingüística en general. Distingue dos orientaciones básicas en las etapas tempranas de la lingüística del texto: la centrada en el sistema lingüístico (con una fuerte impronta de la gramática generativa o de la gramática estructural) y la centrada en el hecho comunicativo (deudora explícita de la pragmática). En la primera orientación, la lingüística del texto se comprende a sí misma (como antes la lingüística oracional) como una lingüística de la “langue” o de la competencia. La jerarquía de las unidades del sistema lingüístico (fonema, morfema/palabra, oración) es simplemente ampliada con la unidad texto. En esto se expresa la convicción de que no sólo la formación de la palabra y la oración, sino también la constitución textual se produce por medio del sistema de reglas y se basa en regularidades generales y sistemáticas que deben ser explicadas por una teoría del texto. Por ese motivo se sigue recurriendo tanto en el aspecto teórico como en el metodológico a las ideas de la lingüística oracional, sea de proveniencia estructuralista o generativa, lo cual se traduce en la definición del concepto texto, que se concibe como una sucesión coherente de oraciones. La coherencia textual, el concepto central de la disciplina en esta etapa, es definida en forma puramente gramatical: describe las relaciones sintáctico-semánticas entre las oraciones o entre elementos lingüísticos (palabras, grupos de palabras, etc.) de oraciones sucesivas. De acuerdo con esta perspectiva, los textos, concebidos como sucesiones de oraciones, comparten cualidades globales con las oraciones: esencialmente, el carácter potencialmente infinito de textos y oraciones, el hecho de poseer ambas unidades una estructura y componerse de elementos relacionados entre sí, la posibilidad de ser reducidos a “tipos o clases” que se convierten en modelos preexistentes para las actividades de producción y comprensión de textos, etcétera.
Los estudiosos de orientación generativista se esforzaron por extender el análisis oracional al análisis de pares de oraciones y relativizar el concepto de oración como axioma de la gramática. Horst Isenberg intentó desarrollar una gramática textual generativa y para ello antepuso una “regla textual” a las reglas generadoras de oraciones, con cuya ayuda se podían expandir oraciones individuales del texto a partir de un símbolo inicial T (= texto), que se rescribía como: O + O + O (...). Las nociones de “sucesión” y “conexión” de oraciones sobre la base de informaciones sintácticas y semánticas fueron centrales en estos trabajos que elaboraron el concepto de coherencia como rasgo privativo de los textos “bien formados”.
La segunda orientación, más centrada en el uso lingüístico y heredera explícita de la retórica clásica, concibe los textos, necesariamente ligados a una situación comunicativa dada, como instrumentos para el logro de determinados objetivos comunicativos por parte de actores concretos. La función comunicativa de los textos es una preocupación esencial en esta dirección de investigación, cuyo fundamento teórico es la teoría de los actos de habla. El texto, así, es una acción comunicativa compleja, que incluye un componente gramatical. En el foco de observación se encuentra la finalidad o propósito (del hablante o productor), los interlocutores y la particular situación comunicativa. Los estudios –en general, de procedencia estructuralista- incorporaron en sus análisis aportes y reflexiones de la semántica léxica y estructural, y de la pragmática. Así, por ejemplo, se han convertido en obras de referencia ineludible los estudios sobre los pronombres de Roland Harweg, o sobre el artículo de Harald Weinrich y los tiempos verbales del mismo autor (Weinrich 1974) que explicitan el vínculo esencial entre gramática y hecho comunicativo.
Los estudios fundacionales en gramática del texto, entonces, son epistemológicamente posteriores a los estudios gramaticales de la oración. Surgieron por necesidades internas de la investigación gramatical y presuponen, por ende, los conocimientos adquiridos por la gramática oracional. Por lo tanto, la gramática textual no es una alternativa a la gramática oracional sino una ampliación y una complementación no sólo cuantitativa sino también cualitativa de aquella. Hacia los años ochenta se comenzó a hablar de la Lingüística del Texto como una “megaciencia” (ver Estado del arte XXX)

Lecturas básicas
Beaugrande R. de y W. Dressler (1981), Einführung in die Textlinguistik, Tübingen: Niemeyer. Publicado en español: Introducción a la lingüística del texto, Barcelona: Ariel, 1997.Brinker, K. (1988), Linguistische Textanalyse, Berlin, Erich Schmidt.Van Dijk, T. (1977), Text and Context. Explorations in the Semantics and Pragmatics of Discourse, Londres, Longman. Publicado en español: Texto y contexto, Barcelona, Paidós, 1978.Weinrich, H. (1974), Estructura y función de los tiempos en el lenguaje, Madrid: Gredos.

La sociolingüística
A partir de la dicotomía entre competencia y actuación planteada por Chomsky en 1965 surge la sociolingüística. En Aspectos de la teoría de la sintaxis Chomsky subordina claramente el estudio de la actuación al de la competencia y propone que el estudio de la actuación debería dejarse para un momento “posterior” de la lingüística. Sin embargo, en una serie de trabajos escritos durante las décadas del 60 y del 70, William Labov (n. en 1927) propone una lingüística de la actuación, intentando formalizar la variación lingüística sincrónica dentro de una comunidad determinada a partir de parámetros sociales más o menos sistemáticos. Esa propuesta de Labov dio origen a la sociolingüística o variacionismo. El estudio más famoso de Labov, incluido en Modelos sociolingüísticos [Sociolinguistic Patterns] (1972), es aquel en que compara las diferentes pronunciaciones de cuarto piso [en inglés fourth floor] en los ascensoristas de tres grandes tiendas de Nueva York (Macy’s, Saks y S.Klein). Con ese estudio, Labov inaugura una serie de trabajos centrados en grabaciones espontáneas en las que los datos intentan sistematizarse a partir de diversas variables sociales que influyen sobre el estilo de habla de los miembros de una determinada comunidad lingüística: la clase social, la edad, el tipo de empleo, el sexo, el nivel educativo o el grupo étnico.
También parten de la noción de competencia de Chomsky los antropólogos Dell Hymes (n. en 1927) y John Gumperz (n. en 1922), editores de dos compilaciones fundantes: La etnografía de la comunicación [The Ethnography of Communication] (1964) y Fundamentos de la sociolingüística [Foundations in Sociolinguistics] (1972). Ambos proponen la noción de competencia comunicativa, definida como la capacidad de un individuo para reconocer cuándo hablar, qué decir, a quién y de qué modo, que se adquiere mediante la socialización dentro de determinados grupos. De este modo, Hymes y Gumperz suponen que hay diversos códigos lingüísticos disponibles en el interior de una comunidad lingüística y que cada miembro selecciona entre estos códigos el más apropiado al contexto, pudiendo cambiar de uno a otro en el mismo acto comunicativo.
A partir de esas definiciones, se hace importante definir el alcance de las nociones de comunidad lingüística y comunidad de habla. De acuerdo con la caracterización de Hymes y Gumperz, una comunidad lingüística supone un grupo que comparte un código (una lengua) común en sus interacciones, mientras que una comunidad de habla supone un grupo social que comparte normas más específicas de producción e interpretación del lenguaje, y no sólo una lengua. No hay correspondencia de uno a uno entre las dos nociones, puesto que una comunidad lingüística suele incluir diversas comunidades de habla (como sucede, por ejemplo, con los diversos países hispanoparlantes). Por otra parte, la comunidad de habla puede establecerse con distintos niveles de abstracción, puesto que puede hablarse de la comunidad de habla de un país, de una provincia, de un barrio, de una escuela, etcétera. Ello implica, fundamentalmente, que una persona puede pertenecer a distintas comunidades de habla en la medida en que comparta con diversos grupos una serie de normas de comunicación particulares (por ejemplo, actitudes, normas de cortesía, reglas para los actos de habla, etc.).
En relación con la idea de que un hablante elige dentro de los códigos disponibles en la lengua el más apropiado a una situación dada, el sociólogo Basil Bernstein (1924-2000) ha planteado la oposición entre código amplio y código restringido. Para Bernstein, que ha trabajado principalmente los problemas de aprendizaje de los jóvenes ingleses provenientes de clases sociales bajas, el código elaborado o amplio está asociado con situaciones formales en las que se mantiene la distancia social entre los interlocutores. Entre los marcadores de este código están: una sintaxis compleja (estructuras hipotácticas) con una gran variedad de selecciones sintácticas, subordinación de oraciones, grupos verbales y del sustantivo, léxico altamente diferenciado y, sobre todo, significados explícitos con un carácter universal. Esto hace que el código elaborado sea independiente del contexto. Por su parte, el código restringido está asociado con marcadores opuestos a los anteriores: sintaxis simple (estructuras paratácticas) con un abanico limitado de selecciones sintácticas, una restringida variedad de formas lingüísticas y significados que tienden a ser implícitos puesto que el emisor asume que el destinatario comparte el significado. Es por tanto, un tipo de lengua dependiente del contexto, con una forma socialmente personal o íntima, basándose en unas normas comunes. De este modo, la asimetría social se refleja en el manejo de los códigos: mientras que algunos hablantes dominan ambos códigos y pueden utilizar uno u otro de acuerdo con el contexto (es lo que sucede con los niños ingleses de clase media), otros (los niños de clase trabajadora) sólo manejan un código restringido, lo cual les impide la apropiación del discurso pedagógico.
Otro concepto central dentro de la llamada sociología del lenguaje está dada por la distinción entre bilingüismo (o plurilingüismo) y diglosia, desarrollada, entre otros, por Joshua Fishman (n. en 1926). Así, mientras el bilingüismo supone el dominio pleno, simultáneo y alternante de dos lenguas, la diglosia es una situación lingüística relativamente estable en la cual, además de la lengua estándar (que puede incluir diversos estándares regionales), hay una variedad lingüística superpuesta, muy divergente, altamente codificada (a menudo gramaticalmente más compleja), que funciona como vehículo de una parte considerable de los textos escritos (incluida la literatura), que se aprende básicamente a través de la enseñanza formal y se usa en la oralidad o la escritura para diversos propósitos, pero no es empleada por ningún sector de la comunidad para la conversación ordinaria. La sociología del lenguaje también ha estudiado las nociones vinculadas con las actitudes lingüísticas, entendidas como las actitudes sociales del individuo referidas específicamente a la lengua en relación con la sociedad.
Lecturas básicas Bernstein, Basil (1964), “Elaborated and Restricted Codes”, en Gumperz, John & Dell Hymes (eds.). Fishman, Joshua (1972), The sociology of language, Massachusetts, Newbury House. Editado en español como: Sociología del lenguaje, Madrid, Cátedra, 1979. Gumperz, John & Dell Hymes (eds.) (1964), The Ethnography of Communication. American Anthropologist 66:6, Part 2. Gumperz, John & Dell Hymes (eds.) (1972), Foundations in Sociolinguistics: An Ethnographic Approach, Philadelphia, University of Pennsylvania Press.Labov, William (1972), Sociolinguistic Patterns, Philadelphia, Pennsylvania University Press. Editado en español como: Modelos sociolingüísticos, Madrid, Cátedra, 1983.

No hay comentarios:

Publicar un comentario